Ya se sabe: detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer.
Margaret Trudeau podría pasar a la historia como la mujer que rompió ese
adagio: detrás de tres grandes hombres hay una sola gran mujer. Ella: hija de
ministro, esposa de primer ministro y madre de primer ministro. La primera
escena del drama político, psicológico y social de la vida de Margaret se
desarrolla en 1966, en el Pacífico tropical, entre las playas y los resorts de
lujo de Tahití, cuando el entonces líder del Partido Liberal, Pierre Elliott
Trudeau, católico de izquierdas y soltero, quedó deslumbrado ante lo que él
calificó de hippie de 18 años llamada Margaret Joan Sinclair, descendiente de
la aristocracia colonial británica e hija del ex ministro de Pesca y alto
directivo del gigante del cemento francés Lafarge, James Sinclair. La última,
por ahora, fue el domingo pasado, cuando los fotógrafos de todo el mundo
recogieran al imagen del primogénito de Margaret y Pierre abrazando a su madre
en la fiesta de la victoria en las elecciones generales canadienses. Los
Trudeau, después de 30 años, vuelven a la jefatura del Gobierno, el puesto que
el ex marido de Margaret, que falleció en 2000, había ocupado durante 15 años.
Y, entre medias, el escándalo en grado sumo. Un escándalo promovido por la
propia Margaret, y con algunos puntos estelares. Uno de ellos, la entrevista
que dio Margaret -que se había convertido al catolicismo para casarse con
Pierre en 1971- a la revista Playboy en la que desvelaba que, cuando era
estudiante, había llevado a cabo un aborto. Era 1979. Y allí estaba la que
todavía era la mujer del primer ministro de Canadá-aunque llevaba dos años
separada de su esposo- hablando de su aborto, llevado a cabo en una época en la
que esa práctica estaba incluida en el Código Penal del país. Margaret ha
declarado en varias ocasiones que la reacción a la entrevista la sumió en una
de las mayores depresiones de una vida marcada, precisamente, por la enfermedad
mental. Pero lo cierto es que entonces su vida era un carrusel desmadrado.
Siempre lo había sido, en realidad.
Poco después de casarse con Pierre, en 1971, sus escoltar tenían que
tolerar que la primera dama se hiciera porros y los fumara -ambas cosas,
actividades delictivas- en actos públicos y en su residencia oficial. Como
cabía esperar, su matrimonio con Pierre nunca fue muy allá. La 'hippie' y el
político no encajaron bien. Aunque tuvieron tres hijos, al cabo de cinco años
la relación estaba prácticamente agotada, aunque no se separaron oficialmente
hasta 1977. El primer ministro supo manejar con una habilidad política
envidiable la desintegración de la pareja y la lista interminable de amantes de
su mujer que, encima, se dedicó a alardear de ellos en su segunda autobiografía,
Consequences, publicada en 1982, cuando todavía le quedaban dos años hasta
estar formalmente divorciada de Trudeau que, paradójicamente, quedó legalmente
soltero justo el año en el que perdió el poder para siempre. Para entonces, la
imagen pública de Margaret estaba pulverizada. "Ya parecía demasiado que
en 1979, a la tierna edad de 32 años, Margaret Trudeau , decidiera publicar sus
Memorias. Y, decididamente, parece demasiado que en 1982, a los 33 años,
Margaret Trudeau, haya decidido que es el momento de infligir una segunda
entrega a un público que la lleva sufriendo desde hace mucho tiempo". La
lista de amantes de Margaret Trudeau es como la lista telefónica de las
celebrities de los setenta, pero con detalles graciosos. O, al menos, rocambolescos.
Un ejemplo: el 27 de febrero de 1977, el guitarrista de los Rolling Stones,
Keith Richards, fue arrestado en la habitación de su hotel de Toronto, donde el
grupo estaba grabando un disco, por posesión de heroína no sólo para consumo,
sino también para venta. Esa segunda acusación significaba 7 años de cárcel. Y
justo en aquel momento, con los Rolling en Canadá, Margaret estaba teniendo un
affair con el otro guitarrista del grupo, Ron Wood. Y, según el propio Keith
Richards, la todavía mujer del primer ministro del país en el que se
encontraban también estaba liada con el cantante de los 'Rolling', Mick Jagger.
De hecho, la revista estadounidense 'People' publicó un reportaje en marzo de
1977 explicando que Mick Jagger tenía una nueva novia, Margaret Trudeau, que
era bien conocida en EEUU después de la controversia desatada por su visita a
la Casa Blanca, un año antes, en la que algunos habían declarado que su
minifalda era impropia tan augusto marco. Los Rolling son solo una pequeña
parte del historial amatorio de Margaret Trudeau. En Consequences explica cómo
en 1978 tuvo una noche "de placer" en el asiento de atrás de un
mercedes con el actor Jack Nicholson, que en aquella época era el novio de la
actriz Anjelica Houston, hija del celebrado director de cine John Houston.
"Aquella noche descubrí lo grande que es la parte de atrás de un
mercedes", escribe la ex primera dama.
Trudeau junto a su hijo, nuevo primer ministro
Claro que la madre del actual primer ministro canadiense estaba
dispuesta a llevar a cabo esfuerzos considerables para tener sexo. Cuando Ryan
O'Neal -casado con el ángel de Charlie Farrah Fawcett- le prohibió ir a su
casa, ella saltó el muro exterior y se plantó hasta que, en una operación de
acosos sexual que hoy podría ser delito, acabaron teniendo relaciones sexuales.
Como también las tuvo con el senador demócrata y ex candidato a la presidencia
de EEUU, Ted Kennedy. Y con el periodista ultraconservador de EEUU de la cadena
de televisión Fox News, Geraldo Rivera. ¿Cuál era la motivación de estas
juergas interminables que después iban acompañadas de episodios depresivos
brutales? En 2006, Margaret dio la respuesta. Y no es frívola. La madre del
nuevo primer ministro canadiense sufre trastorno bipolar, una enfermedad mental
que se caracteriza por una volatilidad extrema de estados de ánimo. Una persona
bipolar pasa de tener una euforia ilimitada y una energía inextinguible a la
mayor depresión. Así que el telón del drama de Margaret Trudeau no ha caído. Y
no lo va a hacer mientras viva. Dedicada a la promoción de los tratamientos de
las enfermedades mentales, su lucha consigo misma continúa, más allá de sus
novios o de sus escándalos. Y ha estado con ella toda su vida. Ya lo cuenta en
su libro, publicado en 2010, Changing My Mind (que puede ser traducido como
'Cambiar mi mente' o 'Cambiar de idea'): "A Maggie le pasa algo"
decían a menudo mis padres a otra gente cuando trataban de entender mi
comportamiento de niña (...) Había una ferocidad en Margaret Joan Sinclair.
Cuando crecí en el Vancouver de la década de los cincuenta, era a menudo
caprichosa y temperamental, presta a la risa, y aún más presta a la
desesperación, propensa a gesticular en exceso, a hacer mohines y a llorar
cuando las cosas no eran como yo quería, o pensaba que algo no era justo, o me
parecía que mis hermanos estaban abusando de mí". Los escándalos que,
según el Globe and Mail, Margaret Trudeau "infligió" a los
canadienses tienen, así pues, un fondo muy serio que va más allá de las ganas
de pasarlo bien al precio que sea. (El Mundo)
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