Durante siglos, el poder, al menos el político, ha
estado en manos de los hombres. No ha habido ninguna presidenta en el Gobierno
español, ni tampoco en el estadounidense. Las mujeres sólo han ocupado puestos
del más alto nivel a través del linaje real: de la reina Victoria que marcó los
límites de la época de esplendor británico entre 1837 y 1901 a Isabel II, reina
de España entre 1833 y 1868 tras la derogación de la ley sálica, sólo la corona
refrendaba el poder femenino. Podría pensarse que con la mayor igualdad ente
hombres y mujeres, estos empezarían a compartir su lugar de privilegio con
ellas. Sin embargo, ello más bien ha propiciado la aparición de un nuevo tropo
en la esfera política: la pareja de poder (“power couple”), un término cada vez
más empleado en Estados Unidos para referirse a esas parejas que se reparten el
bastón de mando a partes iguales.
Según el Urban Dictionary, muy útil para entender los
neologismos con un poco de humor, se trata de “una relación entre dos personas
que son igual de molonas” ('cool'). “Son individualmente tan maravillosos y
divertidos como cuando están juntos”, añade. Ninguno está subordinado al otro.
Ambos son guapos, optimistas y talentosos: “Juntos son el epítome de lo que
cualquiera desearía en una relación”. El término se ha popularizado hasta tal
punto que en el disco que Franz Ferdinand y Sparks grabaron juntos el pasado
año había una canción sobre estas relaciones: en ella, la pareja de narradores
preparan la visita a casa de la “pareja de poder” de la que depende su futuro,
ocultando su KIA y esperando que les guste la idea que les tienen que comprar. Si en el pasado el bastón pasaba de padres a hijos
(los Bush), ahora se comparte dentro del matrimonio
Bill y Hillary Clinton seguramente sea la pareja de
poder más célebre de las últimas décadas. Él fue presidente del gobierno, ella
aspira a serlo. Pero también podemos encontrar estos ejemplos en otros ámbitos:
Bill y Melinda Gates, por ejemplo. O, en nuestro país, José María Aznar,
presidente del gobierno, y Ana Botella, alcaldesa de Madrid. O Pablo Iglesias y
Tania Sánchez, si hubiesen seguido juntos. En Argentina, Juan Domingo Perón y
Eva Perón fueron los pioneros y, décadas más tarde, Néstor Kirchner y Cristina
Fernández siguieron su estela. Estos dos últimos llegaron a dar nombre a un
modelo político, el del kirchnerismo, que representa mejor que ninguno esa
asociación del poder no con un hombre o una mujer, sino con una pareja.
Cásate conmigo y conquistaremos la galaxia
Estas parejas poderosas no sólo parecen proliferar en
la vida real, sino también en la ficción, donde series como 'House of Cards',
'The Good Wife' o incluso 'Juego de tronos' parecen reflejar este tropo. Como
señala la periodista Elizabeth Winkler en 'New Republic', acaso la primera
pareja de este tipo fuese la formada por Macbeth y su esposa, que se
necesitaban mutuamente para alcanzar el poder. O, en la historia mundial, Marco
Antonio y Cleopatra. No obstante, esta representación implica una paradoja en
la relación entre hombres y mujeres: mientras que la pareja de poder sólo puede
ser posible en un mundo en el que el sexo femenino ha accedido al poder
político, en la mayor parte de ejemplos presentados, el hombre ha antecedido a
la mujer en su éxito, incluso en los casos en los que, como los Clinton, ambos
tuviesen objetivos semejantes desde un primer momento.
Hillary Clinton y Bill Clinton durante un discurso en
1998. (Gtres)
Es la imagen de moda, recuerda Winkler, puesto que
conjuga la fascinación por el poder con la fascinación por el sexo, “el romance
como una extensión de la política”. Si en el pasado el bastón pasaba de padres
a hijos (los Bush, por ejemplo), ahora son compartidos en el matrimonio. “Los
sueños privados crecen aún más cuando tienes que compartirlos con alguien”,
recuerda. Mientras hace no tanto los políticos (hombres) necesitaban a una
mujer del brazo y un puñado de niños para refrendar su preocupación por el
futuro, hoy resulta mucho más atractivo compartir el poder. Como señala la
autora, Bill Clinton se preocupó durante la campaña de 1992 de que su mujer no
pareciese la “típica mujer del político (decorativa, tímida) sino una fuerza
por su propio derecho”.
No obstante, hay una contrapartida a la fórmula de la
pareja poderosa, y es que resulta altamente sospechosa. “Sugiere un mundo
secreto, una intimidad en la que nadie más puede penetrar pero que sin embargo
ejerce sus maquinaciones en los asuntos del mundo”, señala Winkler. “Tenemos
miedo de que la entente de la pareja de poder sea más potente que la suma de
sus partes”. Fascinación e igualdad: si tanto nos atraen las parejas de poder
es, quizá, porque prometen que la célula familiar mínima puede mover los hilos
del mundo, porque realiza el viejo sueño romántico de “tú y yo contra el
mundo”. O que quizá la pareja de poder sea el paso intermedio antes de que las
mujeres conquisten el poder político. Sea como sea, se trata de uno de los
tropos más comunes de la era moderna, y cada vez nos sorprenderá menos
comprobar cómo detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer… condenados a,
tarde o temprano, cambiar sus roles (El Confidencial)
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